Humberto Maturana: el arte de soltar las certidumbres



por Alejandro Czerwacki

Habla despacio, en calma, con mirada inquieta y escucha atenta. Indudablemente sabio, Humberto Maturana Romesín todavía tiene el alma del rebelde que desafió los dogmas de la ciencia en su enfoque, saliendo del laboratorio científico para incursionar en la antropología, la psicología y la sociología hasta nadar con facilidad en la “biología cultural”. A los 88 años, sigue debatiendo cada particularidad del ser como cuando su vida estaba rodeada de moléculas, por el que a fines de los años cincuenta obtuvo el doctorado en Biología de la Universidad de Harvard. Nacido en Chile, donde actualmente reside, Maturana pasó de ser una eminencia en neurofisiología y epistemología, aportando al estudio de la percepción y el conocimiento, a convertirse en referente en el fluir de las conversaciones de los seres humanos en las organizaciones.



Las teorías de Don Humberto impactaron en las comunidades científicas y en las sociedades por conceptos filosóficos como la “biología del amor” o su emblemática tesis central de que los seres vivos se organizan por “autopoiesis”, en sistemas cerrados, en continua producción de sí mismos. Maturana, humilde, busca tomar distancia de halagos y continuos premios o evocaciones, como las dos candidaturas al Nobel de Medicina: “He tenido una habilidad y es abrir la mirada para ciertas situaciones o configuraciones relacionales –explica. Yo me doy cuenta del reconocimiento (hace un prolongado silencio) pero uno hace observaciones o distinciones que no resultan importantes para el otro de modo inmediato ... Mi habilidad ahora es soltar lo que tengo para ver todo desde otra perspectiva. Cada vez que soltamos el sostener alguna verdad o creencia, aparece algo nuevo. Es una apertura de la mirada reflexiva. Dejar de saber para ponerse en la posibilidad de no saber, lo cual es un cambio”.

Por estos días se prepara para volver a Buenos Aires, luego de un paréntesis de cuatro años, para participar en el workshop “Conversaciones Colaborativas en el Con-vivir Organizacional”, organizado por AL Grupo Humano, que se realizará el 18 de octubre. La jornada, de intercambio reflexivo con los participantes, está dirigida a psicólogos, sociólogos, consultores, coaches, empresarios, emprendedores, gerentes, cuyas responsabilidades, quehaceres y preocupaciones giran alrededor del factor humano en cualquier organización. Ahí estará Maturana junto a Ximena Dávila, con quien fundó en 2000 la Escuela Matríztica de Santiago. “El escuchar es fundamental en cualquier circunstancia relacional entre personas –cuenta con interés sobre el foco de su estudio actual. Para eso se requiere una actitud sin prejuicios ni expectativas que nosotros llamamos `soltar las certidumbres`. Si uno está centrado en lo que uno sabe interfiere en la relación del escucharse recíprocamente, por eso hay que soltar la certidumbre para encontrarse con el otro sin supuestos ni expectativas ni prejuicios”.

Maturana parece volver al niño interior a cada momento, para “curiosear”, como le gusta decir, y reflexionar en silencio esperando que algo aparezca aunque no sepa bien de qué se trata. “La curiosidad abre caminos”, sostiene con mirada soñadora. Y así, como dos infantes, dice que se sintió junto a su amigo, el Dalai Lama, en sus diferentes encuentros dialogando sobre “preocupaciones en nosotros” y las que tienen que ver con la educación, la ética y el bienestar y felicidad de la humanidad. “Nos hicimos amigos en una conversación sobre la historia de su niñez y la mía –confiesa con una sonrisa. Los encuentros han tenido que ver con la apertura reflexiva. El dice que yo le enseñé el desapego y que le demostré que para poder creer como científico tengo que soltar lo que sé. Y ahí entendió la naturaleza del desapego y eso generó una relación”.

En los años ‘60, Maturana vivió a pleno su vuelta a su país dedicándose a la docencia, cuando participó de la fundación de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Chile. Durante el gobierno de Salvador Allende asesoró a miembros del equipo sobre las características del sistema biológico autopoiético, cuyos procesos aplicados a la gestión gubernamental fueron muy reconocidos. Con tanta muerte y exilio que significó la llegada de Pinochet, Maturana resistió educando a sus alumnos, casi como un sostén para soportar el apocalipsis. “No me siento un sobreviviente porque no sentí riesgo de morir –revela sin dudar. Yo estuve involucrado con la biología del conocimiento y viví interrogatorios, muchas cosas … (ahora hace un silencio mientras piensa aquellos horrores), pero no estuve en riesgo. Me siento como alguien que pasó la tormenta y se enriqueció en el entendimiento”.

Publicado en Clarín

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