¿Influyen los ideales que tenemos en nuestra autoestima?



Por Alejandra Antonino 

Este artículo es un homenaje a uno de mis grandes maestros. El Dr. Ricardo Grus, un gran psicoanalista que ya no está entre nosotros. Es mi forma de decirle gracias por todo lo que generosamente me enseñó.



Estima significa "aprecio", "valor", con el sentido que le damos cuando decimos que estimamos a una persona. Pero también significa "ubicación", como la estima de un barco. Por ello, hablar sobre la autoestima nos conduce a reflexionar sobre cuál es la ubicación que tenemos en la vida y sobre cuánto aprecio, valor y respeto nos profesamos. La autoestima se siente. Es una sensación no conciente de seguridad y ubicuidad. Sé lo que quiero, estoy ubicado/a en mi aquí y ahora y no necesito suministro afectivo externo para sentir que valgo. Lo que soy, es lo que puedo ser y con eso me alcanza, porque acepto que eso es lo que puedo HOY.

Construirla y conservarla, es un ejercicio de aprendizaje constante, de sumas y restas, de avances y retrocesos. Quien de veras se autoestima, se valora en la medida justa. No se resta valor (subestima) ni se lo otorga en demasía (sobrestima). No necesita hablar de si la posee o no, simplemente siente que tiene suficiente seguridad y confianza en sí mismo y actúa en consecuencia.

¿Y de dónde proviene nuestra autoestima?

La autoestima se construye a lo largo de la vida, en función de las vicisitudes que sufren:

• · Nuestro amor propio y,
• · Nuestra capacidad para materializar lo que deseamos ( íntimamente ligada con nuestra capacidad para discriminar lo ideal de lo posible y renunciar a la diferencia)

El amor hacia uno mismo, se nutre de las primeras vivencias infantiles y se conforma en el vínculo con los padres. Si fuimos amados, mirados, acariciados lo suficiente, acumulamos confianza y seguridad para afrontar la vida, sentimos que valemos. Si ese amor, falta o se recibe en forma exagerada, crecemos sin la cuota mínima del narcisismo que necesitamos para seguirnos desarrollando. Una parte nuestra, se detiene, se fija en nuestro inconciente y queda hambrienta y sedienta de amor, buscando incesantemente una compensación externa. Si tenemos suerte, la vida nos ofrece oportunidades reparadoras, otros vínculos secundarios en los cuales apuntalarnos y reabastecernos (maestros, padrinos, vecinos, jefes, parejas, analistas, etc); y si a ese empujón del azar se le suma una disposición innata, optimista y resiliente, avanzamos varios casilleros en nuestro desarrollo y aprendemos a amarnos por lo que somos y no por lo que otros esperan de nosotros.

El amor propio, entonces, es el primer depósito que hacemos en la alcancía de nuestra autoestima. Ahora bien, a medida que avanza nuestra vida, comenzamos a gestar sueños, deseos y proyectos, que sólo podemos materializar en función de los recursos y capacidades que hemos desarrollado.

Cuando tales sueños, deseos y proyectos se corresponden con los recursos y capacidades que poseemos, logramos materializar nuestro Ideal. Este logro contribuye a incrementar los depósitos de autoestima, y podemos decir, con justicia, que nos sentimos orgullosos(sentimiento que proviene de la sensación de “haberlo hecho”, de sentir realizado lo deseado).

Pero no siempre sucede de este modo. Muchas veces nos planteamos proyectos que están muy por encima de nuestras posibilidades. Nos sobreestimamos y actuamos con omnipotencia. Perdemos el sentido de la ubicación y hacemos un mal cálculo.

El ahorro de autoestima resulta insuficiente para financiar los altos ideales. Como consecuencia, nos desfinanciamos y además, nos quedamos sin materializar el sueño, deseo o proyecto en el cual invertimos. Frente a esta situación, las personas reaccionamos de distinta manera.

Algunas, asumen el fracaso, hacen el duelo por la pérdida, cambian los ideales imposibles o desproporcionados por otros posibles y acordes a sus recursos internos, y así, se reabastecen de autoestima y siguen adelante.

Otras niegan el dolor del fracaso, lo pasan por alto y reaccionan de manera arrogante o vanidosa. El arrogante, se siente falsamente orgulloso por lo que “cree que podría llegar a ser o a lograr” (no por lo que efectivamente es o ha logrado); el vanidoso, se sobreestima sin sustento, se crea su propia ficción de quién es y se regodea en un placer falso y vacío.

Pero aún nos queda un tema más, para comprender mejor, las peripecias que sufre nuestra autoestima: el sentimiento de dignidad o aceptación.

No todos nuestros sueños, deseos y proyectos son genuinamente propios. Algunos nos habitan desde antes que naciéramos, y si no los hacemos conscientes, se repiten y reproducen automáticamente, confundiéndose con los propios. Por eso muchas personas sienten que sus logros no les alcanzan para sentirse orgullosas; se sienten insatisfechas, aún siendo objetivamente exitosas y no saben por qué.

Estas personas, aunque no lo tengan consciente, necesitan sentirse aceptadas, “ dignas de”. Necesitan que sus logros coincidan con lo que en su fuero íntimo sienten que se espera de ellas. Y hasta que esta correspondencia entre lo que hacen y lo que creen que idealmente se les reclama no se produzca, todo logro caerá en saco roto.

¿Qué hacer entonces para lograr lo que deseamos, conservando la autoestima acumulada?

No hay una única receta, cada cual hace camino al andar y marca su propia huella. Pero podríamos comenzar el camino, teniendo en cuenta las siguientes recomendaciones:

• Antes de plantearte un proyecto o de ir detrás de tu sueño o deseo, pregúntate si los recursos y capacidades que posees son suficientes para poder materializarlos. Si no lo son y quieres hacer el esfuerzo, desarróllalos y cuando los poseas, vé por aquéllos. Y si no quieres hacer el esfuerzo, renuncia y plantéate otros nuevos, más acordes a tus posibilidades. En síntesis, cambia tus ideales imposibles por otros viables para ti.

• Siéntete orgulloso de cada logro que obtengas, no te subestimes ni te sobrestimes. Reconócete tu propio valor.

• Antes de correr tras un deseo, asegúrate de que sea el tuyo (no el de tus padres, tu pareja, tu jefe). Aprende a conocerte y no pongas tu autoestima en manos de otros a cambio de obtener aceptación. Es un mal negocio.

La autora es abogada, psicoanalista, psicóloga forense y educacional y socia fundadora y secretaria de la Asociación Civil MAKALLAY
Publicado en su cuenta de Linkedin

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