La mente de esclavo y la construcción de poder





Por Mariano Rovatti 

Alguna vez escuché que una de las grandes diferencias entre los pueblos anglosajones y los latinos radicaba en su mentalidad, y que ello derivaba en los diferentes resultados que obtenían los países de ambas procedencias.



Y esa mentalidad surgía de la cultura, que transmitía creencias y valores, limitantes o facilitadoras, según el caso.

Con fuertes influencias quizás del judeocatolicismo, o de filósofos como Hegel, una corriente sostiene que todo nuestro mundo de relaciones y posibilidades se gestan en una dialéctica de amos y esclavos. O se es lo uno o se es lo otro. Y ambos se necesitan entre sí para dares sentido y explicar sus realidades.

Para el esclavo, la única opción será la rebelión o la sumisión. La primera para luchar contra el amo y eliminarlo, y así, ocupar su lugar. La segunda, para resignarse a impulsar cualquier transformación. Ambas actitudes estarán cargadas de un gran resentimiento.

También se da la paradoja que el amo necesita de sus esclavos, y por lo tanto, es esclavo de ellos. La antítesis de la esclavitud no es ser amo, sino su complemento. Lo contrario de la esclavitud es la libertad.

Otra corriente de pensamiento, inspirada tal vez en personajes tan disímiles como Martín Lutero, Frederick Nietszche o Jean Paul Sartre, sostiene que la responsabilidad de nuestra realidad es propia, y que a partir de nuestra libertad, podemos construir poder, más allá de nuestro punto de partida.

La clave no está en nuestra posición social, ni en los recursos económicos, sino en la voluntad de transformación para crearnos a nosotros mismos las condiciones para la victoria.

Y esa voluntad se nutre en el sistema de creencias y valores que configuran nuestro ser.

No estamos condenados a tener la misma mentalidad que quienes están cerca nuestro, espacial y temporalmente. Podemos construirla también revisando esas creencias que damos por ciertas. Salir del piloto automático y ser concientes de que aquéllo en lo que creemos es el primer paso para transformar la realidad.

Tomo de una de las obras de Bernardo Stamateas, la enumeración de algunas características de la mentalidad de esclavo:

No echar raíces: característica adolescente que impide asentarse y darle continuidad a cualquier proyecto;

La nostalgia, entendida como un anclaje excesivo y melancólico en el pasado, que siempre se juzga como mejor;

Sobrevaloración de lo foráneo, despreciando lo propio, como actitud infantil de idealización;

Opinar de todo como si se supiera, típica pose narcisista de figurar en toda ocasión;

Pensar y hablar en pequeño, en forma mediocre y conformista;

Criticar sistemáticamente a los demás y sus acciones;

Maltratar a los demás cuando se accede a una cuota de poder;

Desobedecer constantemente las normas que reglan una actividad;

La improvisación permanente, no planificar, adoptar soluciones precarias y transitorias;

Acumular irracionalmente cosas viejas e inservibles;

La victimización como respuesta a todo; la causa de todos los males está fuera nuestro, nunca en nuestros pensamientos y acciones. 

 A medida que nos reconozcamos en estas actitudes, y que desafiemos los juicios que subyacen en ellas, iremos pasando a ser constructores de poder, y así diseñar nuestro futuro.

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