Cómo manejar las presiones






Por Mariano Rovatti

Mi viejo tenía un sentido del humor ácido e ingenuo a la vez. Una tarde, en que su hipertensión se había hecho notar una vez más, llamó al enfermero del barrio, quien lo atendió presto. Cuando terminó y guardó su aparato de medición, mi viejo lo mira y le dice vos sí que recibís las presiones de todo el mundo….



En este tiempo que nos toca vivir, lo hacemos presionados por todos lados: en el trabajo, por jefes y empleados, por horarios y plazos de entrega, por demandas simultáneas para satisfacer ya mismo; por clientes y proveedores, por la AFIP y acreedores; y en el mundo afectivo por parejas, hijos, padres, suegras…

A veces, sentimos que la presión nos desborda, que no nos deja respirar, que mella nuestra calidad de vida, que nos impide dar nuestra mejor versión.

¿Cómo hacemos para manejar las presiones? ¿Se puede hacerlo? ¿Para qué podríamos hacerlo?

Voy a compartir algunas experiencias al respecto, para que cada uno las reflexione y si se anima, las someta a prueba.

Si esa presión surge directamente de otra persona, es bueno preguntarnos para qué nos pide o exige; qué quiere lograr con eso. A quién beneficia nuestro accionar si respondemos a esa presión. Cuáles son sus intereses e intenciones con esa presión que nos transmite. 

Qué emoción transmite esa persona y cuál es la emoción que a mí me genera esa situación. ¿Me provoca angustia, enojo, ansiedad, vértigo? ¿O me genera adrenalina? Qué sensaciones produce en mi cuerpo esa presión. ¿Dolores, mareos, entumecimientos, aceleración de la respiración y pulso cardíaco?¿o sensación de plenitud? 

Luego, cotejar todo ello con lo que nosotros pensamos al respecto, indagando sobre nuestros genuinos intereses, deseos, pensamientos y valores. Ver si lo que se nos pide o exige está alineado con ellos. Explorar en el mundo de nuestros juicios y creencias, registrar si esa presión se genera más por ellos que por la demanda concreta. Discriminar si estamos respondiendo por el estímulo externo o por mandatos asimilados y no cuestionados. Confiar en quiénes somos y en qué creemos.

También es pertinente preguntarnos qué pasa si no respondemos afirmativamente, si no hacemos lo que nos dicen. Qué consecuencias tendremos por ello. Y en qué nos beneficiamos si accedemos. Con cuáles recursos contaremos para responder. Qué valores hay en juego, y cuáles de ellos juzgo prioritarios.

Si no fuera una persona concreta que nos presiona, y fuese una situación o un conjunto de factores, también podemos seguir estos mismos pasos. Todo además podemos reflexionarlo ayudados por ejercicios de respiración, en un ambiente en donde la luz y el sonido induzcan a centrarse en sí mismos. Si somos creyentes, pidiendo al Ser Superior en el que creamos que nos ayude. 
  
Finalmente, decidir con libertad, aceptando, rechazando o negociando frente a ese pedido o exigencia. Nuestro “sí” y nuestro “no” son exclusivamente nuestros, frutos de nuestra dignidad. Tenemos soberanía exclusiva sobre el territorio de nuestras elecciones. Nadie puede invadirlo sin nuestro consentimiento.

Pero hay otras presiones que son tanto o más acuciantes que las externas. Son aquéllas que surgen de nuestros deseos, nuestros sueños, nuestros proyectos.

Si realmente estamos vivos, siempre sentiremos la presión interior de nuestras ganas, de lo que todavía no logramos, de lo que arde en nuestro corazón.

Si postergamos todo aquello que signifique crecimiento, satisfacción, realización personal, sentiremos a nuestra alma como una olla hirviendo. Si no escuchamos esa presión, seguramente lo pagaremos con nuestra salud: desde una simple contractura o una cefalea, hasta úlceras, infartos o tumores.

La vida es estar en medio de constantes presiones, las ajenas y las propias. Las que nos empujan hacia adelante y las que nos bloquean. Saber manejarlas, gestionarlas y aprovecharlas es un arte. Y como todo arte, se lo aprende en el ejercicio mismo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario