Qué son los mecanismos de defensa y cómo están frenando tu productividad



Por Kat Bogaard

Permítanme empezar con una confesión (¿vergonzosa quizás?): el sólo hecho de pensar en escribir este texto, me parecía realmente intimidante.



Me preocupaba no poder crear algo que fuera minucioso y preciso, pero que al mismo tiempo tuviera sentido y fuera fácil de leer. Además, sabía que tendría que leer una gran cantidad de investigación en psicología sobre mecanismos de defensa.

¿Así que saben qué fue lo que hice? Como adulto responsable que soy, evadí esta tarea lo más que pude. Hice muchos otros proyectos más pequeños (y más fáciles) primero: vacié mi bandeja de entrada, le llamé a mi mamá e incluso bañé a mi perro.

Claramente no se requieren muchos conocimientos en psicoanálisis para saber cuál es mi mecanismo de defensa: la evasión.

Todos tenemos ese "anti-superpoder" que a veces hace más mal que bien. Determinar cuál es el tuyo no es para hacerte sufrir—identificarlo puede ayudarte a superarlo. Así que, ¿cuál es tu mecanismo de defensa? ¿Qué comportamiento adoptas para despejar las sensaciones de ansiedad y así preservar tu ego? ¿No estás seguro? Bueno, vamos a profundizar un poco más y averigüemoslo. Pero primero... ¿qué son los mecanismos de defensa?

El primero en definir los mecanismos de defensa fue Sigmund Freud, el famoso creador del psicoanálisis. Sin embargo, su hija Anna Freud los siguió desarrollando y expandiendo en su importante investigación.

En esencia, los mecanismos de defensa son egoístas. Todos los usamos inconscientemente para evitar y protegernos de los pensamientos o sentimientos negativos — como la ansiedad o la culpa.

Nuestros mecanismos de defensa entran en acción cuando nos sentimos amenazados. Esto no necesariamente significa sentirse amenazado físicamente—más bien significa que estas estrategias psicológicas son prevalentes en entornos de alto estrés, cuando dudamos de nuestras habilidades y de pronto nos damos cuenta de nuestras propias deficiencias. Nos ponemos a la defensiva para poder preservar nuestro ego.

Por supuesto, los mecanismos de defensa pueden surgir en cualquier área de nuestra vida. Pero son visiblemente más frecuentes en el trabajo, donde el estrés a menudo es altísimo y existe un deseo abrumador de dar lo mejor de sí.

Pero he aquí el problema: los mecanismos de defensa son normales y todos los usamos hasta cierto punto. Pero, como explican los investigadores, cuando estas conductas se llevan al extremo, es cuando las situaciones van de mal en peor: se desarrollan tendencias obsesivas e incluso neuróticas.

¿Cómo puedes evitar que tus propios mecanismos de defensa se conviertan un problema mayor, especialmente en el trabajo? El primer paso es reconocer cuál es tu mecanismo de defensa, pero ¿cuáles son los mecanismos de defensa que existen? Una búsqueda rápida revela que existen muchísimos, así que vamos a explicar solo algunos ejemplos de los mecanismos de defensa más recurrentes en el trabajo.

1. Evasión

Lema del mecanismo: voy a alejarme lo más que pueda de esa situación estresante.

Empezamos con mi favorito. Cuando surge algo con lo que no quieres lidiar, muchas veces parece más fácil evitarlo totalmente. La procrastinación es la forma más común de evasión en el trabajo (ahem, soy culpable)—te mantienes alejado de un escenario potencialmente negativo al continuar postergando lo que tienes que hacer. Sin embargo, la evasión en el trabajo se extiende más allá de tus tareas, hasta tus relaciones también.

Por ejemplo, has estado planeando rellenar tu taza de café estratégicamente para no tener que encontrarte con ese colega con el que tuviste un desacuerdo durante el descanso.

Este es el mayor problema con la evasión: las cosas no desaparecen sólo porque las ignoras. Todavía tienes que hacer esa tarea. Ese conflicto con tu colega de trabajo debe resolverse eventualmente.

¿Y qué sucede a la larga? Las cosas se ponen peor entre más las evitas. No es sólo que la fecha de vencimiento está cada está más cerca o que la tensión con tu colega va creciendo poco a poco, sino que la anticipación en sí es una tortura y muchas veces hace que exageres las cosas. El miedo paralizante previo a la confrontación, es una emoción poderosa (y estresante).

La ciencia respalda esto. En un estudio en el que 35 participantes recibieron descargas eléctricas, el 70% optó por recibir descargas más fuertes pero de inmediato, en vez de descargas menos fuertes pero más tarde (simplemente porque la anticipación habría sido agonizante).

2. Negación

Lema del mecanismo: eso simplemente no puede pasar.

Imagina que tu equipo y tú están trabajando en un proyecto grande. La fecha de vencimiento está próxima, y todavía tienes mucho trabajo por hacer—tanto, que de hecho, varias personas de tu equipo de trabajo han expresado su preocupación sobre si será posible acabar a tiempo.

Cada vez que muestran un poco de duda, tu respondes rápidamente con aparente indiferencia, "Nah, yo no estoy preocupado. Eso no va a pasar." Claro, podrías decir que es una actitud positiva. Pero en realidad, es un mecanismo de defensa que se conoce como negación. La negación es más que evitar una circunstancia o un pensamiento potencialmente amenazador—es negar vehemente incluso el hecho de su existencia. No es posible que tu equipo no cumpla con la fecha de entrega. Ni siquiera es una posibilidad.

Las cosas suelen ponerse peor entre más tiempo las evites. No sólo la fecha de entrega está cada vez más cerca o la tensión con tu colega se intensifica, sino que la anticipación por sí sola es una tortura que hace que exageres las cosas.

Claro, las cosas pueden salir mal de muchas maneras posibles (y eso es más fácil de reconocer cuando no estás en el meollo del asunto). Pero este mecanismo de defensa te ciega con optimismo para que puedas seguir hacia adelante sin el peso de las expectativas realistas.

"Existe un hecho inmutable sobre la negación: no funciona a largo plazo", escribe Carl Alasko, autor en un artículo en la revista Psychology Today. "La realidad siempre gana. Y cuando lo hace, el siguiente paso en el proceso es culpar porque eso transfiere la responsabilidad hacia alguien más o hacia algo más."

3. Racionalización

Lema del mecanismo: eso no es mi culpa porque...

Ah, el viejo juego de la culpa. Aquí es justo donde la racionalización entra en juego. Con este mecanismo de defensa, se te ocurren un montón de "hechos" que explican por qué una situación se desarrolló de cierta manera.

Regresemos a nuestro ejemplo sobre no haber cumplido con la fecha de entrega para tu proyecto de equipo. Admitir que no lo acabaste a tiempo porque lo empezaste demasiado tarde puede doler.

¿Sabes qué es mucho más fácil? Decir que no cumpliste con la fecha de entrega porque otro equipo no te dio lo que necesitabas a tiempo. O porque tu computadora colapsó. O porque alguien se tomó todo el café otra vez. O todas las anteriores. Hacer una retrospectiva sincera y reconocer cómo contribuiste a tu propia caída, nunca es fácil.

"Para mucha gente con egos sensibles inventar excusas les es tan fácil, que ni siquiera se dan cuenta," explica Saul McLeod, un investigador en psicología de la universidad de Manchester, en un artículo para Simply Psychology. "En otras palabras, muchos de nosotros estamos bastante preparados para creer nuestras propias mentiras".

La investigación respalda esto: en un estudio, se les dieron 102 preguntas a 42 participantes (la mitad eran adultos mayores y la otra mitad millenials) sobre lo que habían hecho el día anterior (por ejemplo, "¿Atrasaste la alarma de tu despertador?"). Los investigadores eligieron la mitad de las preguntas al azar y les pidieron a los participantes mentir en las respuestas a esas preguntas. Cuarenta y cinco minutos después, se les instruyó a los participantes contestar todas las preguntas de nuevo—esta vez, con la verdad.

Lo que descubrieron fue sorprendente: las personas (particularmente las del grupo de adultos mayores) eran más propensos a creerse la respuesta falsa que habían contestado previamente. Y lo más impactante fue que los datos del encefalograma (que monitorea la actividad cerebral de los participantes) mostraron que mentir hace que se involucren los procesos cerebrales responsables de la memoria de trabajo.

La racionalización es algo natural para la mayoría de nosotros, pero eso no significa que sea un hábito saludable en el trabajo—un estudio muestra que puede ser incluso contagioso. Y esto es una mala noticia porque algunas investigaciones han demostrado que, en los equipos en donde la culpa se ha convertido en la norma, hay menos creatividad y el rendimiento disminuye.

4. Desplazamiento

Lema del mecanismo: necesito encontrar un blanco desprevenido para mis emociones negativas.

Tu jefe llegó un hora tarde al trabajo. Esa es una transgresión que podías haber ignorado...de no haber sido porque tuvo la desfachatez de llamarte a su oficina para darte un sermón sobre la importancia de llegar a tiempo al trabajo. Te sale humo de las orejas, pero sabes que no le puedes gritar a tu jefe. Te calmas, te disculpas (...por nada) y luego sales de su oficina.

¿Qué sucede después?

Si el desplazamiento es tu mecanismo de defensa, al que se atraviese en tu camino, va a desear nunca haberlo hecho. Puede ser que llegues a enojarte sin justificación cuando estés haciendo tus reporte directos, o incluso volverte loco con tus colegas que no han hecho nada mal. Puesto de manera simple, canalizas toda tu frustración y tus emociones negativas hacia un blanco totalmente equivocado, y todo porque sabes que dirigir esos sentimientos hacia tu jefe, tendría consecuencias para ti.

Eres humano y tener días malos es inevitable. Sin embargo, eso no quita el hecho de que es no una estrategia viable para lidiar con estas situaciones, y sólo le harás daño a tus relaciones laborales a largo plazo.

"Naturalmente, este es un mecanismo de defensa bastante ineficiente porque aunque la ira encuentra una ruta de expresión, su aplicación incorrecta en personas u objetos inocentes, causarán problemas adicionales para la mayoría de las personas", escribe John M.Grohol, Psy.D.

Libérate: ¿cómo puedes evitar los mecanismos de defensa?

Recuerda, los mecanismos de defensa son normales. Y, cuando los usas ocasionalmente, pueden ser de ayuda. Sin embargo, cuando tu mecanismo de defensa se convierte en un hábito que repites a diario, ahí es cuando puedes sabotearte en el trabajo. No lo voy a endulzar—dejar de depender de esos mecanismos de defensa es incómodo y difícil. Requiere que hagas justo lo que estabas evitando hacer: permitirte ser vulnerable.

Como cualquier otro comportamiento, el primer paso para poder cambiar es reconocer el problema. Analiza tus pensamientos, emociones, reacciones, e intercambios en el trabajo para determinar cuál de los mecanismos de defensa estás usando como muleta. ¿No te reconoces en ninguno de los anteriores? Existen muchos otros ejemplos de mecanismos de defensa en psicología, incluyendo:

• Regresión: regresar a comportamientos infantiles (es decir, imitar personas cuando se sienten ofendidos).

• Categorización: segregar distintos pensamientos o partes de tu vida (es decir, excluir cualquier problema personal cuando estás en el trabajo).

• Proyección: proyectar tus pensamientos y emociones en los demás (es decir, mencionar que tu colega se ve muy nervioso por su evaluación de desempeño, cuando en realidad eres tú el que está ansioso).

• Deshacer: tratar de enmendar un comportamiento negativo con muchos positivos (es decir, decir algo ofensivo a un colega y luego atestarlo de cumplidos el resto del día).

Una vez que has identificado el mecanismo que estás usando para preservar tu ego, es tiempo de pedir ayuda para no recaer en los mismos hábitos.

Encuentra a alguien en tu equipo o en tu oficina que te obligue a hacerte responsable y que pueda identificar cuando te pones a la defensiva. Esta persona debe poder, en el calor del momento, dirigir tu atención hacia el hecho de que estás descargando tu frustración o evitando tu lista de pendientes.

No es ningún secreto que los compañeros de responsabilidad pueden hacer maravillas. La sociedad estadounidense de entrenamiento y desarrollo encontró que las personas tienen un 65% más de probabilidad de lograr una meta después de comprometerla con otra persona. Así que, si tu meta es cambiar tu comportamiento, puedes esperar un porcentaje de éxito bastante decente.

La mejor ofensiva es una buena defensa...¿verdad?

Esta afirmación es válida en los deportes, pero no tanto en el trabajo. Depender demasiado de algún tipo de mecanismo de defensa, puede hacerte perder de vista la realidad muy fácilmente.

Pero hay buenas noticias: puedes hacer algo al respecto.

Después de todo, si yo logré forzarme a escribir este artículo, creo que tú también puedes superar tu propio mecanismo de defensa. Este es un hecho difícil de negar—incluso si la negación es tu elección de defensa.

________________________________________ Traducido con amor por Brenda Vargas.

Publicado en www.trello.com

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