Coaching para dos



Por Laura Reina

Hace cinco años, Flavia Sotelo y Martín D'Aversa estaban por dar uno de los pasos más importantes de su vida. Iban a casarse, a darle formalidad a una relación de larga data. Pero un diagnóstico de infertilidad a cuatro meses de dar el sí arruinó el momento. Y todo se tiñó de tristeza, enojos y angustia. En medio de la crisis, Flavia recurrió a una herramienta que había conocido tiempo atrás mientras trabajaba en el área de recursos humanos para una gran corporación en el exterior: el coaching, ese concepto surgido del ámbito deportivo y acuñado con éxito por el mundo empresarial, que empezó a extenderse rápidamente a (casi) todos los ámbitos de la vida cotidiana.



Porque lo cierto es que hoy todo es coacheable, y hay entrenadores para todos los órdenes: desde el laboral hasta el familiar, pasando por coaches literarios, estudiantiles y hasta para políticos. Y también, claro, para parejas. Algunas acuden en crisis y otras no están necesariamente atravesando una tormenta, pero se enfrentan a desafíos como mudarse juntos, irse a vivir a otro país, comenzar un emprendimiento laboral de a dos o tener un hijo. Como sea, todos necesitan de un espacio de conversación donde hacerse preguntas y encontrar ellos mismos las respuestas.

Hoy, Flavia y Martín se reconocen como una pareja coacheada. Reconstruida y rediseñada a través de encuentros con su coach, Daniel Rosales, que les hace preguntas y les facilita un espacio de conversación al que acuden cada vez que sienten que no están teniendo la relación que quieren tener. "El amor es una conversación, una conversación de posibilidad -dice Flavia-. Con el coaching logramos salir de la conversación «no puedo ser madre». ¿Cómo que no? Era una premisa falsa. Entendí que yo podía elegir ser mamá aun con un diagnóstico de infertilidad. Con Martín nos relajamos, nos casamos, nos fuimos de luna de miel y al mes de volver quedé embarazada de forma natural. Es como si mi cuerpo se hubiera creído eso de que iba a ser madre. Hoy tenemos a Joaquín, de 4 años", reconoce Flavia, que recurrió al coachingen tres momentos de su vida en pareja.

En un país psicoanalizado al máximo, donde las terapias menos ortodoxas se abren paso entre las más tradicionales, el coaching asoma como una alternativa elegida por cada vez más personas, ya sea en forma individual o en pareja. Algunas lo adoptan como complemento de una psicoterapia y otras llegan desencantadas de esos tratamientos, alentadas por la brevedad de los encuentros y la promesa de resultados en el corto o mediano plazo.

Recientemente, el emprendedor Martín Varsavsky, en su blog personal, escribió sobre el auge de las terapias breves. Y atribuyó su éxito a una falla de marketing del psicoanálisis. "Aunque estoy de acuerdo con los psicoanalistas en que no hay curas milagrosas, y que hay heridas que sólo pueden curarse con años de tratamiento, creo que llamar enfermo a quien va a terapia es un error. Si yo tuviera algo que ver con el mundo psicoanalítico, propondría un cambio en la postura de la profesión: en lugar de tratar de enfermo a una persona que nadie más trata de enfermo en la sociedad, proponerle a esa persona que pueda mejorar con lo que sería más un entrenador emocional que un doctor. Es por esta falta de marketing que existe el auge en las terapias breves."

Inés Borghi, diseñadora de indumentaria de 40 años, se analizó por años. "Hice terapias de todo tipo, incluso gestálticas. Pero llegó un punto en que ya no quería que alguien me explicara cómo soy, sino cómo puedo llegar a ser". Por eso, hace dos años, cuando estaba atravesando una crisis de pareja con su marido y padre de su hijo, Pablo Genovesio, buscó otra alternativa. "Acudimos al coaching cuando el semáforo ya estaba en amarillo -describe Inés-. Estábamos en corto, había chispazos. Peleábamos por la plata, que no alcanzaba. La imposibilidad de hacer cosas por ese tema hacía que entráramos en peleas sin sentido, poníamos el foco ahí, en la imposibilidad. Cuando terminamos las sesiones con la coach Laura Rejo -en total cuatro- el cambio no fue inmediato, pero de a poco dejamos de quejarnos por la plata. Desarticulamos esa discusión. El dinero dejó de ser un tema y la energía empezó a fluir."

Del coaching, Inés rescata la posibilidad de hacerse preguntas. "Es un espacio neutral al que acudimos con mi marido para hablar de la relación que teníamos y que queríamos tener. El coach te hace preguntas, te obliga a reflexionar, no te viene con una solución -cuenta-. Te saca una foto del ahora. Vernos en esa foto fue fuerte, no nos gustó y decidimos cambiar."

SIN CONFLICTO, CON PROYECTOS

Pero a pesar de que la mayoría de las parejas acuden al coach cuando el semáforo está por pasar de amarillo a rojo, otras llegan simplemente por el deseo de seguir creciendo y enfrentar, fortalecidos, nuevos desafíos. Impulsados más por la curiosidad que por la necesidad, Belén Reyna y Ramiro Schab se acercaron al coaching yendo primero a las clases abiertas que daba Esteban Irigoyen, director del Centro de Coaching de Pareja, y luego a encuentros individuales con él. "Simplemente queríamos crecer como personas y en pareja, y encontrar herramientas que nos ayuden día a día para una mejor conexión, comunicación y convivencia", cuenta Belén desde Brasil, lugar al que se mudaron hace muy poco tiempo. "El venir a vivir acá fue una consecuencia del trabajo que venimos haciendo en nosotros, de perseguir nuestros sueños. Vivir frente al mar y en contacto con la naturaleza, o jugar al fútbol, ya que Ramiro es jugador profesional, forman parte de esos sueños que decidimos poner en marcha." Juntos, además, dieron vida a la marca de indumentaria Michu Buenos Aires, un emprendimiento en honor a una amiga de Belén, que es diseñadora de indumentaria de la UBA. La idea es que la ropa se empiece a vender también ahí. "No se necesita estar mal para hacer coaching, es muy recomendable para todas las parejas porque puede ampliar el nivel de conciencia y felicidad -reflexiona-. A nosotros nos dio herramientas para un mejor diálogo y para encontrar una forma constructiva de afrontar las diferencias."

Aprendizaje, futuro, acción, construcción, gestión de emociones, posibilidad, facilitador. Palabras clave que definen al coaching, y de las que se valen los coaches para explicar cuál es su función. Quienes se dedican a entrenar a las personas para lograr sus objetivos, solos o en pareja, aseguran que no se oponen al psicoanálisis, pero sus diferencias con esa disciplina son notorias. "Lo que proponemos es un proceso de aprendizaje para relacionarnos con nosotros mismos y con los otros, basado en la acción -dice Daniel Rosales, presidente y fundador de la Escuela Latinoamericana de Coaching-. Cuando viene una pareja lo primero que hago es preguntarles para qué están juntos y lo primero que responden es por qué. El porqué es una pregunta clásica del psicoanálisis, mientras que el para qué es una pregunta típica del coaching. Con el para qué empiezan a preguntarse qué quieren que pase en vez de echarse mutuas culpas por lo que pasó o no está pasando."

Al igual que lo que sucede en el psicoanálisis, el vehículo para construir es la comunicación. "Hay dos formas de lenguaje, la descriptiva y la generativa. En general las parejas utilizan un lenguaje descriptivo para referirse al otro. El lenguaje psicoanalítico es descriptivo, interpretativo. El coaching no interpreta nada, utiliza un lenguaje generativo: quiero que pase tal cosa. Las parejas aprenden a gestionar sus emociones utilizando un lenguaje de este tipo."

Esteban Irigoyen, del Centro de Coaching de Pareja, asegura que la mayoría de las personas que acuden a él ya han pasado por espacios terapéuticos. Él mismo lo hizo con su primera mujer y no funcionó: "En la Argentina, el 50% de las personas se separa. Y esto no mejora con una segunda pareja, lo que significa que no hubo aprendizaje -asegura Irigoyen-. La terapia puede ser dolorosa, puede implicar meter el dedo en la llaga y la gente no quiere eso, sino concentrarse en la solución, en estar mejor. Nosotros tratamos de que se vuelvan a conectar, que se reencuentren. Que vean su situación con nuevos ojos, desde otra perspectiva. Les damos ciertas herramientas comunicativas con las que es posible salir del patrón reactivo y empezar a tener un papel proactivo".

La coach Laura Rejo aclara que el coaching no es un espacio terapéutico, no hay pacientes ni tiene como base el conflicto. "La idea es sacarlos del conflicto, mirar cómo estamos y cómo construir una situación futura. Lo que hace es crear espacios de aprendizaje. Por eso el foco está puesto en resultados y logros futuros."

Rejo confirma que muchas personas probaron antes con terapia de pareja. "El coaching tiene otra dinámica, permite identificar rápidamente objetivos, te activa. Si ponés el foco en lo que está mal y no en lo que está bien, puede ser un trabajo muy pesado, de mucho desgaste emocional. Esta opción genera imágenes de futuro positivas para la vida."

Pero aunque parten de lugares diferentes, el punto al que se quiere llegar suele ser el mismo: mejorar la calidad de la relación, vivir en armonía, ser feliz.

Flavia Sotelo, que es psicóloga y recurrió al coaching para salvar su pareja, está convencida de que esta convivencia es posible. Y tanto en su consultorio como en su casa logró aunar ambas disciplinas, tomar de cada una lo que sirve y descartar lo que no. "Después de que nació Joaquín, vino la crisis de crianza. Con Martín éramos seres independientes cuidando de un bebe, en lugar de una pareja cuidando de su hijo -recuerda-. Aprendimos a pedir ayuda, a respetar los espacios del otro en su relación con el hijo, a no controlarlo. Aprendimos a que hay que pedir lo que uno necesita y cómo lo necesita y no esperar a que el otro adivine qué es lo que yo necesito. Y aprender a decir no, a aceptar ese no y buscar otras opciones. Pero si es sí, ese sí es un compromiso. Y tiene un valor enorme."

Después de una tercera crisis, hoy Flavia y Martín vuelven a elegirse. "Los dos creemos mucho en la felicidad. Si algún día no somos más felices juntos, nos vamos a dejar libres -asegura Flavia-. Si vemos que la relación empieza a patinar, acudimos a este espacio de conversación. El coaching es un espacio al que se puede volver permanentemente. Nosotros tenemos claro qué pareja queremos ser. Y si no lo estamos logrando, vamos a buscarlo con el compromiso de ser felices."

NO TAN PARECIDOS

Línea de tiempo

El psicoanálisis indaga en el pasado del sujeto para buscar respuestas sobre el presente; el coaching se para en el presente de las personas para lograr objetivos futuros

Lenguaje

Ambos utilizan la comunicación como herramienta. Pero mientras que el psicoanálisis es más descriptivo ("me siento mal"; "él no es cariñoso") el coaching usa una dimensión del lenguaje generativo, de poder hacer

Duración

Las terapias tradicionales pueden durar meses y años. El coaching fija encuentros semanales de tres meses como máximo

Preguntas

El psicoanálisis indaga en los porqué, el coaching en los para qué. Las terapias tradicionales buscan llegar a las causas. Para el coaching eso no es importante

Punto de partida

El psicoanálisis trabaja con pacientes que muestran patologías, y hace interpretación del inconsciente. El coaching no juzga ni interpreta, parte de un punto A para llegar a un punto B deseado

Producción de Lila Bendersky

Publicado en La Nación

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