“Que el hombre sepa que el hombre puede”




Por Mariano Rovatti

En 1984, cinco argentinos unieron con una precaria balsa las costas españolas con las americanas a través del océano Atlántico. Más allá del aporte científico y el mérito deportivo de la travesía, rescatamos del olvido esta historia para escuchar su principal mensaje: “con convicción, perseverancia y planificación todos los sueños son posibles", tal como afirmó Alfredo Barragán, impulsor de la hazaña conocida como “Expedición Atlantis”.



El 12 de julio de 1984 cinco argentinos liderados por Alfredo Barragán completaron una proeza: navegar durante 52 días en el Océano Atlántico en una primitiva balsa de troncos, impulsada por una simple vela cuadra y sin timón.

Junto a Barragán, fundador de Centro de Actividades Deportivas de Exploración e Investigación (CADEI) con base en la ciudad de Mar del Plata, navegaron Jorge Iriberri, Horacio Giaccaglia, Daniel Sánchez Magariños y Félix Arrieta.

Los expedicionarios zarparon de Santa Cruz de Tenerife el 22 de mayo de 1984 ante la mirada incrédula de autoridades e isleños y, tras 52 días en el mar, recalaron en las costas de La Guaira, en Venezuela. La distancia recorrida fue de aproximadamente 3200 millas náuticas (unos 5000 kilómetros)

El objetivo de la travesía fue probar que 3.500 años antes de que lo hiciera Cristóbal Colón, navegantes africanos pudieron haber llegado por accidente a las costas americanas conducidos por corrientes marinas. Investigaciones antropológicas realizadas por el mismo Barragán, sugerían que hubo contacto directo entre poblaciones originarias de ambos continentes. 

Los científicos consultados por Barragán consideraban imposible recrear el cruce del Atlántico de hace 35 siglos. Desafiando a la lógica, avanzó en su idea, y tras años de investigación, comenzó a formar su equipo, integrados por deportistas amateurs. El mismo Barragán e lriberri eran abogados, Giaccaglia, comerciante; Arrieta, camarógrafo y Sánchez Magariños, ingeniero agrónomo.

Tras una larga etapa de preparación llena de contratiempos, se lanzaron al océano en la embarcación marina más antigua y precaria que haya usado el hombre: una balsa de troncos, sin motor ni timón, de 13.6 metros de largo por 5.8 metros de ancho, con una vela y ensamblada con el método y los materiales que se usaba en África hace más de 3.000 años, desafiando al mar, a la historia y al escepticismo general. 

 Atlantis constituye un aporte a la ciencia pero, sobre todo, es una invitación al hombre a creer en sí mismo.

En numerosas entrevistas y conferencias, Barragán ha explicado el espíritu de la hazaña y su sentido como legado a la humanidad. Ha expresado que en un mundo que adolece de valores, que transmite confusión, facilismo y una cultura de sorteos televisivos para poder zafar, la Expedición Atlantis se erige en la antítesis de todo eso.

Para el navegante, Atlantis es una campana que no debe dejar de sonar, porque a nosotros nos tildaron de `locos` y no éramos ni éso ni aventureros: éramos expedicionarios que quisimos darle a conocer al mundo, con una demostración romántica, que se pueden lograr grandes cosas con la convicción de creer que se puede.

Barragán siempre destacó que no fueron improvisados: nací explorador, siempre crucé montañas y navegué por muchos mares y así, en este contexto, empecé a unir informaciones sobre viajes en balsas del tipo africana, como la que usamos nosotros. Los expedicionarios planificaron todo durante cuatro años: la flotabilidad, los vientos, las corrientes marinas, la alimentación, las medidas de seguridad…

Barragán contó que en un congreso en México había expuesto que por las corrientes marinas y los vientos se podía cruzar el Atlántico con este tipo de embarcación. Pero no me creyeron; entonces comencé a reunir a la gente idónea y decidí que no iba a hablar más, sino que la balsa hablara por mí, sostuvo.

El capitán de la travesía destacó que formamos un equipo poderoso. A largo de los 52 días pasamos momentos de mucha zozobra, pensábamos muchas veces que habíamos perdido el rumbo, pasamos momentos de tormenta y de calma, pero todo lo pudimos resolver.

También ha transmitido el marco ético dentro del cual se llevó a cabo la expedición: El fin debe ser noble pero también deben serlo los medios para lograrlo, definió reiteradamente Barragán.

Atlantis ya le ha dado su nombre a plazas, colegios, grupos de scouts y fue declarada de interés educativo y cultural por el Congreso de la Nación. Fue inspiración de un documental realizado en 1988, incluyendo los tramos filmados en la misma balsa durante la hazaña.

Años después, Barragán fue secretario de Turismo de su ciudad natal, Dolores, sede de homenajes y reconocimientos.

En este sitio, destacamos la capacidad del ser humano para superar obstáculos, lograr objetivos y alcanzar sueños. Vivimos dentro de una cultura que nos invita al logro fácil y efímero, basado en el menor esfuerzo posible. Esa fantasía nos llama a renunciar a nuestros sueños y proyectos, apenas aparecido el primer problema.

Esta historia es una demostración de lo que puede lograr el ser humano cuando trabaja con planificación, conocimiento, sentido de equipo, paciencia, coraje y determinación. Lo lograron personas comunes, sin apoyo económico de ningún gobierno ni grupo empresario, explorando posibilidades más allá de la lógica establecida. Y no eran de otro planeta, ni de naciones lejanas: eran argentinos…

Al llegar a tierra americana, Barragán dijo las palabras que sintetizan el espíritu de Atlantis, y que coinciden con los postulados básicos de nuestra profesión de coaching: QUE EL HOMBRE SEPA QUE EL HOMBRE PUEDE.

Para saber más de Atlantis, mirá el video cliqueando aquí 


Monumento recordatorio de la expedición ubicado en Mar del Plata, ciudad donde se gestó la travesía

La balsa surcando el Océano Atlántico

El 25 de mayo tomó a los navegantes en plena travesía



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