Los cinco pilares de una buena pareja



Por Mariano Rovatti

En un momento en el que están en crisis todos los vínculos, es bueno reflexionar sobre la pareja, y los nuevos modelos que de ella van surgiendo. Como en todo, caen aceleradamente los paradigmas del pasado, y ven la luz nuevas modalidades, nuevos códigos y nuevas aspiraciones. La pareja de nuestros padres hoy resulta obsoleta; más aún, para los mayores de 40 años, las propias experiencias anteriores también hoy resultan vetustas, necesitando un nuevo diseño. Aquí, compartimos sintéticamente – y para debatir- un esbozo de algunos parámetros para construir una buena pareja. El siguiente ensayo está pensado desde la heterosexualidad; la variante homosexual la dejamos para otra ocasión, más allá que algunas ideas aquí expuestas puedan ser útiles. 



1. Respeto: 

Respetar es validar al otro tal como es, sólo por el hecho de ser. Más allá de sus creencias, de su origen, de sus deseos, de sus intereses. Incluso de sus actos, y de sus errores. El respeto es necesario para cualquier actividad en la vida, y ninguna de ellas se puede hacer solo. Tarde o temprano necesitamos de alguien. 

En la vida de pareja, es común querer cambiarlo o cambiarla, hacer a la otra persona al propio molde, en teoría, para llevarse mejor. A veces, ello queda en una ingenua pretensión, pero otras, ella deviene en una obsesión manipuladora. El respeto supone aceptación del otro tal como es, y de su decisión de cambiar a través del aprendizaje lo que él o ella decida libremente. 

Justamente, la libertad del otro y el control o la confianza que se vuelca en la pareja son otros elementos que juegan en este campo del respeto. Una actitud fiscalizadora de horarios, actividades y pensamientos de la pareja demuestran poco respeto a su persona y a la propia. No tener en cuenta esto es pretender tener una persona - satélite, no una pareja de verdad. 

También entra en el concepto de respeto el de fidelidad. Más allá de las convenciones sociales y culturales que existen en cada tiempo y lugar respecto del tema, -que pueden variar según las circunstancias- es sano que ambos miembros de la pareja compartan sus valores al respecto, y que los respeten a fin de no dañarse. 

Ello es más importante que la moral que pueda declamarse, ya que frecuentemente, se incurre en una actitud ambigua respecto de la fidelidad: se es exigente con la ajena, e indulgente con la propia.

Algo similar ocurre respecto del coqueteo presencial o virtual con terceros/as; más aún si se realiza con conocimiento de la pareja Y peor si es para generar celos

Estos no son manifestación de amor ni de interés legítimo en la pareja, sino mero intento de posesión de la misma. Por ello, el/la celoso/a incurre en una falta de respeto hacia su pareja. 

2. Pasión:

Sin el deseo erótico, la pareja no es tal. Con respeto, compañerismo, comunicación y contención pueden hacerse mil tipos de relaciones: amigos, clientes, socios, aliados, hermanos, parientes, colegas…. Lo que distingue a la pareja es el erotismo.

Algunos sostienen que el eros está antes que el filos, y otros creen que es exactamente al revés. Quizás no haya una regla aplicable a todas las parejas: algunas nacen del fuego que se desata entre sus cuerpos y otras de largas charlas a la madrugada. 

Los nuevos roles del varón y la mujer en la sociedad y la pareja, cambian la manera de vivir el erotismo en la misma. Hasta no hace mucho tiempo, el derecho al placer era exclusivo del varón que podía disociar el erotismo de la genitalidad, que permanecían confusos en el mundo femenino. 

La mujer conquistó un terreno que antes era sólo masculino, y ahora se le reconoce por fin el mismo derecho que al varón en el ejercicio de su erotismo, lo que hace más compleja y rica a la relación, aumentando sus desafíos y sus misterios. No pocos hombres y mujeres añoran el tiempo anterior, al que ya no se volverá.

En el juego de la seducción, tienden a confluir los roles básicos históricos: el de la mujer, vinculado más a la coquetería y la sugestión, y el del varón, caracterizado por la resolución y la determinación. Cada vez más, ambos se intercambian los roles de ese juego seductor, lo que a veces desorienta a varones y mujeres que se han educado en otros tiempos. Abrirse a esos cambios puede servir a una relación más rica y placentera.

Los avances de la medicina y el cambio cultural estimulan a que el erotismo se extienda más allá de la ancianidad. Ello genera nuevas expectativas en el varón y en la mujer, que sienten estirados sus plazos de actividad sexual, necesitando de permanentes estímulos para no caer en la rutina y ver irse al deseo. Más allá de la explosión interior que a veces genera una relación, en el erotismo la relación también se construye, y puede variar para bien o mal a través del tiempo. 

3. Compañerismo: 

Este es un tiempo en el que el sistema político, económico y cultural pondera el individualismo como forma de lograr las metas en la vida. La idea de asociación –comercial, amorosa, familiar o amistosa- es cuestionada por los patrones de conducta social contemporáneos. Curiosamente, la mayor interconexión tecnológica que vivimos se manifiesta paralelamente a una creciente tendencia al aislamiento, o a construir relaciones on line, de baja densidad. 

Hoy se muestra al compromiso como un obstáculo, o un menoscabo a la libertad personal, cuando en verdad es su máxima afirmación. Sólo se pueden comprometer las personas libres.

El ideal del compañerismo hoy aparece difuso en cuanto a su utilidad presunta. ¿Qué significa acompañar? ¿Para qué? ¿No es más práctico hacer las cosas solo/a? 

Acompañar no es seguir, ni imponer, ni postergar los propios sueños ni vivir la vida del otro/a en lugar de vivir la propia. Acompañar es integrar, sumar, concurrir de a dos al camino, compartiendo experiencias, ansiedades, esfuerzos, logros y derrotas. Unir sueños, esfuerzos y momentos para construir un proyecto común, agregado a los proyectos personales de cada miembro. 

La presencia del compañero –al lado, a la par- sirve para atenuar cargas y potenciar placeres; relativizar obstáculos y multiplicar éxitos. Para ello, es necesario practicar la confianza, como una avenida de dos manos: ella hay que ganársela a través de una conducta confiable, pero también es una decisión depositarla en el otro. Cuando todo ello se experimenta, el deseo por acompañar y ser acompañado se impone a los miedos a salir con heridas en el alma. 

La contracara de esos miedos a veces es el miedo a la soledad, que puede ser un refugio cálido o un tormento, según la ocasión. Cuando es una elección, la soledad puede ser un momento de reflexión y encuentro consigo mismo.  Puede ser una elección tenporal o definitiva, y no constituye en sí un fracaso, como nos sugiere la cultura.

Otro de los atributos del compañerismo es la lealtad, una virtud que excede en mucho a la fidelidad. La lealtad supone incluir a la pareja en todos los proyectos personales, no necesariamente para que forme parte de ellos, sino teniendo en cuenta las consecuencias de las decisiones personales sobre la pareja. Negocios, trabajos, amigos, mudanzas…influyen sobre la felicidad y la perdurabilidad de la pareja. 

Un tema álgido en este tiempo de cambios es el de los espacios propios y comunes de la pareja. Pareciera que aquí tampoco es bueno vivir en los extremos: no verse nunca y estar siempre juntos debilitan la relación, por defecto o por exceso. Quizás, un ideal sea el efecto bandoneón: el sonido se forma cuando las dos partes del instrumento se acercan y se alejan alternada y compasadamente. 

Otra cuestión difícil es el dinero que generan los miembros de la pareja. Cuando el varón era el único productor, lo administraba y tomaba las decisiones, y a nadie le parecía mal. Desde hace bastantes años, la mujer produce a la par del varón, y frecuentemente lo supera, lo que modifica los roles. 

En las salidas, ahora es más común que ambos compartan gastos, o que invite la dama, lo que no significa que el varón sea un avaro por ello. 

Pero más delicado es cuando la pareja convive. Como en todo, no hay que suponer ninguna conducta, ni esperar nada del otro sin dialogarlo antes. La pareja que convive tiene que discutir los términos de su economía con claridad y buena fe, y una vez que se haya llegado a un acuerdo –un contrato, al fin y al cabo- cumplirlo de buena gana. 

4. Comunicación

Una de las paradojas de esta época, en el que se han multiplicado los mecanismos técnicos de la comunicación, y en el que se han desarrollado estudios e investigaciones sobre el proceso comunicacional, es la creciente incomunicación y el aislamiento que se potencia entre las personas. 

La pareja no es una excepción. La falta de diálogo, los malos entendidos, los supuestos sin fundamento, los mensajes confusos, la diferencia entre lo que se dice y lo que se escucha, las contradicciones…son problemas cotidianos muy comunes, pero que pueden resolverse con aprendizaje y ejercitación. 

En ellas es vital la escucha, como punto de partida para mejorar la comunicación. Mejorándola, el progreso de la pareja en todos sus terrenos es ilimitado. 

También es importante la capacidad de poner en palabras lo que se siente, sin temor al ridículo, a quedar pagando, o a presionar al otro. Aprender a pedir, a declarar, a discutir, a negociar y a acordar son procesos fecundos para la pareja. 

Declarar amor, perdonar o ponerse en el lugar del otro son semillas para el desarrollo de la pareja. 

Pero la comunicación no es sólo palabras. Más aún, hoy se considera que ellas son la parte menos importante: la corporalidad y la gestualidad son más contundentes a la hora de emitir mensajes. El cuerpo, los músculos faciales y la mirada no sólo hablan: dicen siempre la verdad. 

Ahora, también es importante que cada uno –antes de poder expresarlo- sepa lo que quiere, de sí mismo, del otro y de la pareja como construcción común. Es frecuente percibir en este tiempo que los adultos se comporten como adolescentes, sin saber qué pretenden, sin aceptar sus propios deseos, sin determinar para qué emprenden una pareja. 

La histeria ya no es sólo femenina: el varón de hoy incorpora día a día comportamientos ambiguos, fruto de su confusión e inmadurez. Los roles varón-mujer están en crisis, copiando uno lo peor del otro: mientras él histeriquea más, ella alardea de sus infidelidades. La pareja tiene que trabajar en incorporar lo mejor del género opuesto: el varón, ganando en sensibilidad y reconociendo su mundo afectivo; y la mujer –que parece ir un paso adelante en este aspecto- siendo cada vez más resuelta e independiente.

5. Contención

Mucho se ha escrito del amor a través de los siglos, y aquí no vamos a aportar nada nuevo al respecto. Sólo que –quizás- un concepto íntegro de amor incluya a los cinco aspectos aquí tratados. En este último punto, me referiré a la contención, una característica que parte del respeto, pero que lo supera incluyendo la protección, el buen trato, la amorosidad, el cariño…

También incluye elementos de la comunicación –verbal, gestual y corporal- sobre todo aquéllos relacionados con las demostraciones de afecto: las palabras, los abrazos, las caricias, tomarse de la mano, las sonrisas cómplices, los besos tiernos y los apasionados…

Asimismo, se emparenta con la noción de compañerismo, a través de las demostraciones de trato amigable en la cotidianeidad, que da seguridades a ambos de la presencia del otro, aun en momentos difíciles. 

 La contracara de todo ello es la violencia física y emocional. Son comunes del varón hacia la mujer la agresión física y en sentido opuesto, el desmerecimiento moral. Aunque esta regla no es rígida en absoluto. 

En la actualidad, toman estado público numerosos casos de violencia de género, fruto de que las víctimas pierden el miedo a hacer la denuncia judicial y también la publicación de los hechos a través de medios de comunicación y redes sociales. 

Es difícil decir cuáles de estas cualidades son prioritarias. La pareja ideal, que resuma en un estado óptimo estos cinco atributos, no existe. ¿Cuál es preferible? ¿Cuál es esencial y cuál accesorio? ¿Con ésto solo alcanza? 

Depende de las aspiraciones, la valoración y la experiencia de cada uno, y del significado que cada persona le da a la pareja en su vida. No es lo mismo quien concibe a la pareja como la media naranja, que intenta completar lo que le falta a su vida, que aquél que se siente entero y a partir de allí se ofrece a compartir la vida con otra persona, también entera

También será diferente aquella persona que busca en la pareja lo que no le dieron sus padres, o sus anteriores parejas, que quien inicia una nueva relación con apertura, esperanza y generosidad. Distinto se sentirá el que busca algo en la pareja, que quien se acerca a ella ofreciendo. 

A veces, es frecuente observar personas que buscan pareja como quien va de compras de un automóvil o un electrodoméstico. Solemos tener en claro nuestros requisitos, pero no tanto lo que estamos dispuestos a dar. 

Este artículo no está escrito desde el saber ni desde la certeza. Es un ensayo, como es un ensayo vivir. Probar, equivocarse, corregir, acertar, volver a equivocarse, insistir.... vivimos en una época de permanentes y acelerados cambios, y el mundo de la pareja es unos de los mas sensibles e inestables.

Estos constantes cambios de paradigmas generan que -en este tiempo- resulte ocasional apreciar en una pareja dos virtudes juntas: felicidad y perdurabilidad. Si la pareja no hace la tarea conjunta de reflexionar, rediseñarse, y apostar siempre a su crecimiento, perderá por lo menos uno de estos dos atributos: no resistirá los desafíos o tan sólo durará en el tiempo sin ser motivo de felicidad a sus miembros. 

Nota. este artículo es una reversión de otro escrito en 2014, incorporando nuevas miradas sobre el tema


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