¿Reaccionar o responder?



por Mariano Rovatti

Sin pedirnos permiso, cada día aparecen en nuestras vidas factores que se oponen a los planes trazados. Somos libres de elegir qué respuesta dar a esa circunstancia que nos afecta. Podemos responder de dos modos diferentes a cualquier situación que la vida nos presente: mediante una reacción o a través de una respuesta conciente.



La reacción es una acción que se opone a otra. Ante un estímulo (noticia, situación, hecho…), reaccionamos igual que si fuésemos una máquina programada: siempre el mismo tipo de reacción frente a estímulos similares. La reacción procede de nuestra personalidad, y es siempre un comportamiento automático e inconsciente. Ejemplos de reacciones: queja, rechazo, agresividad, pasividad.

En los primeros tiempos de la humanidad la necesidad básica era la supervivencia, y para ello había que tener reacciones rápidas. La evolución humana a través de los siglos va limitando cada vez más esa necesidad. Hoy solo en situaciones de peligro extremo es necesario reaccionar inmediatamente.

La reacción parte de una “oposición”, es decir estar en contra de algo o alguien. Es una acción defensiva frente a lo que vé como un peligro o amenaza.

La capacidad de reaccionar la llevamos impresa en nuestra biología, heredada del reino animal. Con las otras especies compartimos tres reacciones básicas: huir, luchar o hacernos los muertos.

Ahora, a menudo extendemos estas reacciones a acontecimientos de nuestra vida que no ponen en jaque la supervivencia. Huimos, luchamos y nos hacemos los muertos frente a situaciones vividas en el trabajo, la pareja o la sociedad, que no son amenazas a nuestra vida, pero las vivimos como tales.

La respuesta en cambio, es una acción mediata fruto de un proceso interno de evaluación. Frente a un hecho o situación que nos afecta permanecemos concientes y damos la respuesta que consideramos más conveniente. Nos tomamos un tiempo para analizar cómo responder a ese estímulo concreto.

Contrariamente a la reacción, que es inconsciente, la respuesta es siempre conciente. Así como en la reacción estamos a merced de las circunstancias, en la respuesta somos observadores, no nos dejamos atrapar por la situación y por lo tanto mantenemos nuestro poder.

En la mayor parte de los casos, la respuesta conciente supone un nivel de eficacia superior a la reacción automática, pues en general, no es lo más conveniente que quien responda sea nuestra parte instintiva o visceral.

La reacción es lo normal para muchos de nosotros, en tanto que la respuesta es algo raro, una excepción. Tanto en las reacciones como en las respuestas, juegan los juicios, los modelos mentales, los paradigmas, y las emociones que aquéllos disparan. En las reacciones, actuamos en modo automático, mientras que en las respuestas, somos concientes de nuestros juicios y podemos reverlos.

La reacción está alimentada por pautas habituales inconcientes aprendidas, en el pasado. La respuesta aspira a reconocer las emociones y desarrollar herramientas que nos permitan gestionarlas adecuadamente.

Cuanto más atentamente aprendemos a responder a los diversos estímulos, más se debilitan las viejas pautas inconcientes que se disparan de manera automática por defecto asociadas a las reacciones de estrés o situaciones de presión.

Responder implica un camino más complejo, porque abarca circuitos más elaborados. Supone darnos cuenta, elegir una de ellas y concretarla.

Más que un juego de palabras, podemos decir que responder es actuar con responsabilidad. En la respuesta nos hacemos cargo, por lo tanto actuamos con libertad, mientras que en la reacción somos presos de nuestros impulsos.

Y vos ¿qué hacés con más frecuencia: reaccionás o respondés?

No hay comentarios:

Publicar un comentario